Aquí, en este planteamiento, no hay espacio ni para la ilusión, ni para la esperanza, ni para la confianza. Los problemas no existen o no se habla de ellos; proponer soluciones es una práctica superada; señalar objetivos, resulta innecesario. Generar ilusión ya no es relevante; es más rentable apelar al miedo. […]
Una sociedad madura tiene derecho a conocer por qué y para qué quieren ganar los que concurren a las elecciones. Quieren conocer sus propuestas sobre los problemas que el ciudadano conoce y detecta. Quieren - en todo caso, tienen derecho- un discurso en clave positiva; de futuro, de ilusión, de esperanza. Tienen derecho a conocer de qué servirá su voto; qué se va a hacer con él.
La Vanguardia, 22 de gener 2008